miércoles, 15 de diciembre de 2010

Fila preferencial

Uno de los grandes beneficios de estar en estado embarazoso es poder usar las filas preferenciales del super, del banco y el estacionamiento adhoc de los malls, sobre todo en época navideña.
El único problema es cuando la fila preferencial no distingue entre "embarazadas" y "tercera edad". En ese caso, la tercera edad se empodera, y adopta una posición casi violenta, mirando con odio a todo aquel que quiera utilizar la fila, tasando la magnitud del embarazo para ver si es comparable con la cantidad de años que lleva a cuestas.
El punto es que el embarazo es un estado esencialmente transitorio, así que las futuras madres tenemos que acostumbrarnos a usar esos beneficios durante un brevísimo lapso de tiempo.Y luego desacostumbrarnos. La tercera edad no. Llegan a esa edad, y de ahí, per secula seculorum podrán utilizar el beneficio famoso, así que tienen que defenderlo con uñas y dientes. Y la verdad es que más de una vez me han tirado el carro encima tratando de ganarme el quien vive, de una manera bastante alejada a la imagen de abuelita buena onda que uno mentalmente tiene.

El otro día fuimos al super con el legítimo. Luego de las compras de rigor, nos ubicamos campantes en la fila de embarazadas (7 meses y medio tenía entonces, el estado era evidente)
Entonces mientras esperábamos el turno, fui a ver unas poleras que estaban en un pasillo tras la caja, a 20 metros. En eso, aparece una señora con su carro y se instala tras el carro del marido. Hay que decirlo, con suerte tenía 60 años, pero los adelantos de la cosmética permiten ver a una octogenaria como cabra de 40 así que no me pronuncio respecto a si procedía que la señora estuviera ahi o no.
El asunto es que la mujer en cuestión encaró duramente al marido diciendo que era caja preferencial, etc. etc. El, muy pacientemente, la escuchó, hasta que yo me acerqué y él pausadamente le dice a la señora: Ah, mire, le presento a mi mujer.
La vieja inmediatamente reculó y se puso a despotricar contra la gente que usaba esas filas sin estar discapacitados o embarazados, que ya nadie respeta nada, que esto es un desorden, que el sistema, que bla bla bla. No dejó títere con cabeza. Todo esto a altos decibeles para ser oida por mi y todo el resto de la clientela. A esa alturas, marido había partido a otro lado y me habia dejado escuchando el discurso de la ciudadana. Y para terminar, como broche de oro, y con voz triunfal de "observa como pruebo mi teoría", me dice: mira, como ese tipo que está adelante tuyo, que llega y usa esta fila y yo lo veo de lo más sano.
A esas alturas la vieja ya me tenía las orejas inflamadas y la paciencia colmada. O sea, está bien una queja, pero tenerme 10 minutos con el discursito era un exceso.
Pero tuve mi dulce venganza cuando le respondí: se refiere al caballero ciego que está delante mío, con bastón de ciego y con un niño que lo está guiando? Porque él también es discapacitado. Así que mire bien antes de reclamar tanto...
Ante eso, la mujer se chupó entera y empezó a leer la etiqueta del tarro de duraznos que tenía en la mano.
El resto de la fila me lo agradeció.

1 comentario:

Flo dijo...

Clap clap clap.
Además es notable que hayas podido ponerle un tapabocas tan magistral: yo me enfrento (bueno, me busco) a situaciones así muy seguido y nunca me llega el broche de oro.