Triste es darse cuenta que el tiempo pasa y no en vano. En realidad el tema de las arrugas y las canas no me preocupa en lo absoluto. De hecho creo que ambas se pueden llevar con bastante dignidad, así que no tengo problema, yo siempre digna hasta el final.
Pero hay otras cosas que no puedo mirar con tanto optimismo.
Porque no tienen nada de dignos los 50 estornudos por minuto, los ojos enrojecidos y la nariz ídem, producto de las alergias primaverales que, inmisericordemente, me han atacado este año. Y el tema es que cada año es peor.
Si hago un breve recuento de mi historia alérgena (esa palabra siempre me ha sonado como mal acentuada, pero para qué discutir con la RAE, cierto?) podría decir que tuve una infancia bastante feliz, sin alergias ni asma ni nada de esas cosas que te permitían eximirte de hacer gimnasia por un par de meses al año.
Estuve con muchos gatos, me picaron abejas en innumerables oportunidades, dormí largas siestas directamente sobre el pasto o sobre cualquier alfombra lo suficientemente limpia, me metí a habitaciones llenas de polvo y jamás, JAMÁS tuve alergias.
Como a los 25, pololo-futuro-marido llegó con un gato de regalo a nuestro hogar. Al comienzo tuvimos una relación distante (con el gato) pero a los días me encariñé con la bestia (nuevamente, estoy hablando del gato). Pero no pasó ni una semana, y el cuerpo reclamó efusivamente y me pasé dos días estornudando ininterrumpidamente, con los ojos hinchados, y sin poder levantarme de la cama. Tuvimos que despedir al gato, que había pasado de Marx a Marxela por nuestra total ignorancia de la anatomía felina, y desde entonces, nada fue como antes. Año tras año, los síntomas (y agentes alérgenos) aumentan. Este año le lleva tos, estornudos, leve deficiencia
respiratoria y afonía. Sumémosleque estos síntomas se repiten con gatos y con polvo. Y que la última vez que me picó una abeja terminé con el brazo del porte de una sandía morada, y en la clínica.
Sin contar que a los casi 35 años, bajar los kilos de más es infinitamente más difícil que a los 25, la edad ha cobrado otra pequeña víctima: la visión. Yo que hasta los 25 años me jactaba de reconocer el número de recorrido de una micro amarilla a 4 cuadras de distancia, ahora tengo que usar lentes para miopía y astigmatismo. Y sin lentes como que no funciono. O sea, si funciono pero no muy eficientemente. Pero como aún es poco, no califico para operación. Ah, porque yo no le tengo ningún asco al quirófano, pero tampoco se trata de andar botando la plata, pueh. Así que el juego se llama "aguántese no más".
Pucha, el post quejoso.
Pero es que la maldita primavera me tiene así....
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