Para aquellos que deambulamos diariamente por el centro de Santiago (ya sea porque trabajamos o vivimos ahí, o bien trabajamos Y vivimos ahí) debemos soportar niveles de contaminación acústica altísimos.
Es cierto, desde la llegada del Transantiago al menos el ruido ha disminuido, junto con la frecuencia de micros. Y se agradece (no la baja en la frecuencia, obvio)
Antes caminar por calles como Bandera, o San Antonio era insoportable. Ahora es solamente terrible.
Y es que finalmente el ruido de las mircos se transforma en algo natural para los santiaguinos tal como para los provincianos (o aquellos que han optado por las periferias) lo es el canto de los pájaros y el ruido de los grillitos.
Tanto es así que más de alguna vez, en un día feriado, nos hemos sorprendido comentando: "escucha.... no se oye ninguna micro" ...
Pero al ruido de la micro, propio de nuestra metropolis, hay que sumarle una serie de elementos sonoros que suman y suman decibeles...
1.- Las tiendas de música: parece que tienen la convicción de que a mayor volumen la música que ponen, más discos venderán. Entonces, ponen la música del momento, a todo chancho, cosa que se escuche a cuatro cuadras a la redonda. Cosa absurda, si consideramos que las tiendas de discos del centro se encuentra a razón de una por cuadra.... Y conste que la música del momento puede ser Reggeaton o algo similar, pero en época de Navidad debemos escuchar villancicos cantados por Demis Russo, y para el Dieciocho nos damos vuelta con la discografía completa de los Quincheros, que muy de 70º Aniversario están pero son una lata igual.
2.- Las bandas de música: este ítem presenta una gran variedad de estilos y ritmos, dependiendo del día y hora. Durante el día, abundan los cantantes solitarios que, guitarra en mano, cantan canciones de Silvio, Milanés, o Ismael Serrano (que es como una versión de Serrat) A media tarde ya aparece la banda de Dixie compuesta por caballeros octogenarios con impecable vestimenta. De esa banda me ha llamado siempre la atención el trompetista que toca la trompeta con una mano mientras con la otra sostiene un cigarrillo. Últimamente han incluido a una bailarina, sin mucho éxito. Ya más tarde se ponen los Illapus, que son estas bandas de chascones que tocan canciones de Illapus, Quilapayún, Inti Illimani(históricos y nuevos), y siempre, SIEMPRE hay uno que se cree Claudio Márquez. Estos grupos ya aparecen con amplificadores, que funcionan un generador que tienen que poner como a 100 metros de los músicos para que deje escuchar. Otro endemoniado ruido. Y por último, en la nochecita, y sobre todos los viernes, y por Paseo Puente, se ponen las bandas religiosas. Casi siempre evangélicos (no me imagino un Opus o un Legionario con guitarra eléctrica en el centro de Santiago cantándole al Señor), estos grupos musicales vienen absolutamente preparados con equipos de amplificación, mesa de sonido con ecualizadores... les falta la pura bolita de vidrios para "hacer ambiente".
3.- El Payaso que vende Kino: hasta hace unos años se ponía exclusivamente en un local de lotería y juegos de azar que estaba en Ahumada entre Moneda y Agustinas. Un tipo inmensamente grande vestido de payados de circo pobre que, con un montón de Kinos en la mano, grita estridentemente "Kinuoooooooooo" provocando espasmos, ataques cardíacos y todo tipo de reacciones al pobre parroquiano que se le ocurra pasar por su lado al momento del grito. Es por eso que era recomendable caminar por otro lado de la calle o bien irse derechamente por otro lado, para evitar al individuo. Pero ahora se pone también en el local de Lotería que está en la esquina de Moneda con Estado. Así que ahora hay que andar con más cuidado por el centro. Un par de veces me ha pillado desprevenida y he estado a punto de pegarle un carterazo....
4.- El mago con micrófono: un clásico del centro. Un caballero cerca de sus ochenta primaveras que con terno, sombrero y una corbata de humita de color rojo, se instala en distintos lugares del centro, con una mesita donde guarda sus trucos de magia. Apenas empieza el show la gente lo empieza a rodear. Y para no dejar colgados a los que quedan atrás, usa un micrófono de primera generación. Así que cualquier que va caminando por la calle puede escuchar "...entonces tomamos el pañuelo y lo hacemos pasar por este aro y bla bla bla..." El negocio al parecer es que además después vende algunos trucos. No me consta.
5.- Comercio callejero: también conocido como "boutique de la calle", "shopping cuneta" o la "tienda Agach Até", el centro está plagado de vendedores "ilegales" con los más variados productos. Hay algunos clásicos, como la vieja de los cigarros en Huérfanos, los que venden discos piratas, y los afortunados que cuentan con un "Permiso municipal", en su mayoría minusválidos, permiso que les da el derecho de instalarse al lado de una tienda o en la entrada de un edificio y poner un canasto con sus productos (bastante más dignos que los plásitcos con cordeles en las cuatro puntas para rajar en caso de que aparezcen los señores carabineros). Los canastitos usualmente tienen maquillaje, encrespadores de pestañas, calcetines, guantes y bufandas o pañuelos, dependiendo de la época. También clásicos son los que venden películas piratas, que están tan establecidos, que incluso, junto con la venta , te dan el número de teléfono para que los llames si el producto te sale malo. Luego están los oportunistas, que aparecen vendiendo paraguas apenas llueve (pareciera que están confabulados con San Isidro), lentes de sol en el verano, joyas de "plata fina directamente traídas de Argentina" para el Día de la Madre, y el juguete de moda para el Día del Niño. Después de las 8 de la noche aparecen las parrillas con anticuchos y se multiplica el número de vendedores. Y todos gritan vendiendo sus productos. Obvio. Al parecer, gana el que grita más fuerte. Pobres oídos.
6.- Por último, pero no por eso menos importante, hace algunos años al Alcalde de turno de Santiago, Lavín, se le ocurriñó la brillante idea de "amenizar" el centro a punta de música ambiental. Entonces instalaron en las principales calles peatonales pequeños parlantitos blancos, a unos 3 metros de altura para que no se los roben y empezaron a tocar "música ambiental". Es decir música de ascensor. Es decir, Los Beatles instrumentales. Es decir un coro tipo radio El Conquistador cantando Si vas para Chile. Es decir, Iron Maiden en new age. Es decir, Bob Marley en versión andina. Todo mal. Horrible. Porque significa que los pocos minutos de silencio que existen entre los vendedores callejeros, micros, locales de música, payasos de kino, magos, etc... se llenan con música ambiental. Aunque reconozco que lo peor es andar en el centro un fin de semana. Porque el ruido general se apaga pero los parlantes siguen tocando y se escuchan más fuerte.
Es, señores, por todo lo anterior, que propongo dirigirse a la Municipalidad de Santiago y pedir que retiren los parlantitos. Para darle un poco más de dignidad al casco histórico, para que los turistas no se queden con la sensación de estar visitando el castillos de Lord Farquaad, y por últimpo para cooperar con un mejor ambiente....
6 comentarios:
jajaja, el otro día caminé por el paseo ahumada y caché que tocaban música, pero como iba pasando por una tienda de CD no identifiqué que hay parlantes en la calle.
Trabajo en el centro y siempre compadezco a las oficinas que están cerca de esos chascones que se creen Illapú, no entiendo cómo no los han sacado, son insoportables.
Deberíamos hacer una carta, firmarla, y mandarla a la municipalidad para que saquen esos malditos parlantes.
Tiempo hace que no voy por esos lados. Y no los echo mucho de menos, fíjese. Menos después de los recuerdos que su relato ha reverdecido en mi memoria.
Cuente, eso sí, con todo mi apoyo moral en su cruzada.
Déjeme contarle, para que vea que no es la única con sufrimiento acústico, que trabajo en un colegio, por cierto bastante alejado del ruido, pero en estas fechas de plena preparación de actividades dieciocheras, las cuecas en modalidad all day me tienen con los nervios de punta. Por suerte alguien innovó, y cada cierto rato oigo a Los Jaivas. Si no, creo que estaría en El Peral.
Estimada, yo trabajo y he trabajado siempre en el centro. Por eso tengo clara su involución pasmosa. Todo comenzó a chacrearse a mil con la Alcaldía de Lavín. Si se hubiera propuesto derechamente volver "flaite" al centro, no hubiera tenido tanto éxito como efectivamente ocurrió. El centro está más flaite que nunca.
De esa nefasta alcaldía justamente quedan esos engendros como los parlantitos y la profusión de músicos, juglares y vendedores callejeros varios. Porque don Joaco estimó que era necesario para ayudar a eliminar la cesantía...(jajaja) Por suerte Alcaíno eliminó los triciclos de calle Estado, encaminados a que las viejas guatonas se fueran a pasear (imaginen que hacían fila para esperar que llegaran) y por supuesto, uno como peatón siempre expuesto a que le pasaran por encima.
El centro sirve hoy por hoy para comprar remedios, cuestiones de persa o patronato recargadas al doble, películas piratas y ópticas de rebaja. Antes hasta encontraba gracia pasear; hoy en día, la salida es apuradita, sólo para artículos esenciales y me da rabia pagar por un almuerzo de picada lo que cobra un restoran bueno en Providencia.
Lamentablemente, mi pega seguirá acá; y para peor, se cambia a la Alameda, donde el centro muestra su peor cara posible.
Al leer tu columna, recuerdo mi interminable lista de razones por las que odio el centro y evito, a como dé lugar, ir para allá.
No sólo las hordas de gente, los insoportables olores (fritangas, baños improvisados, aglomeraciones, etc etc), esto que mencionas es ciertamente algo que sólo empeora la situación.
Seguiré evitando el centro. A menos que alguna visita familiar me haga agradable la instancia...
MJ
Estaba leyendo el post anterior, y te cuento que a mí también me robaron el celu hace no tanto, es horrible pasear por el barrio desde entonces. maldita delincuencia....
¿por qué no te acercaste en la expo?
Cariños
Francisca, llevo dos noches desvelada leyendo tu blog (hacia atrás), y me ha parecido de lo más entretenido! Pero nada me ha hecho reir tanto como tu punto 6. Se lo leí a Alejandro también (el párrafo), le pareció de lo más gracioso.
Felicitaciones!
Daniela
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